LA LLAMADA DEL CRISTO CÓSMICO

 Melcor

Queridos colegas, hermanos de Tseyor, mi Tríada favorita, buenas tardes noches, soy Melcor.

La llamada, sí la llamada del Cristo Cósmico es un hecho. Y dicha referencia se encuentra siempre muy bien protegida, amparada, en el interior mismo de cada ser humano, de cada atlante. El Cristo llama, y llama profundamente a la consciencia de todos y cada uno de nosotros.

Es hora ya de que agucemos el oído interno y nos apercibamos de que la llamada está ya aquí presente. El Cristo Cósmico nos dice: “Seguidme”. Y nosotros lo oímos, pero embadurnamos nuestro cuadro, nuestra pintura, nuestro puzle, con dispersión, confusión, negligencia… porque no queremos afrontar la realidad de la llamada, de esta sutil y a la vez divina llamada de la consciencia.

Somos llamados, ahora ya, para preparar toda la fiesta para penetrar en esta Jerusalén, que es nuestra nave Tseyor. Ese conjunto de réplicas que a través de la micropartícula nos une a todos sin distinción. Ese estado nos permite mantener una fuerza muy poderosa y nos aporta una gran energía, que aún no sabemos manejar ni valorar ni objetivar.

Muchos de nosotros sabemos que hemos venido aquí para un fin concreto, pero aún dudamos. Y también vertemos confusión, dispersión. Buscamos siempre el fondo de las cosas, y las cosas, siempre, en este mundo dual, nos permitirán ver diversos paisajes, infinitas dimensiones. Pero nos interesa ver un fondo común, no el fondo común de uno solo, de dos, de tres, sino de una gran mayoría. Un fondo común afín, que nos permita estar seguros de lo que vemos.

En un grupo como es el de Tseyor, y como puede serlo cualquiera de los grupos Tseyor en el universo, se mantiene una unidad de criterio. Y no sirve la opinión de uno, o de varios, sino que sirve la mayoría, la opinión de la mayoría, para establecer paralelismos, tomar decisiones y enfocar debidamente nuestro camino hacia las estrellas.

Claro que sí, el Cristo está llamando a las puertas de todos y cada uno de nosotros, pero cuesta decidirse, hay mucho apego, mucha influencia externa. Es lógico, estamos apegados a la tierra, a sus intereses, y también a los intereses de una masa silenciosa y oscura que también sabe manejar los hilos de la magia, en este caso la magia negra.

Y con todo ese bagaje de condicionamientos, cuando la luz nos dice: “adelante, sígueme, no temas”, acude a nosotros el miedo, la confusión, la dispersión, el intelectualismo más profundo y nos agarrota, nos inmoviliza y nos deja expectantes y prisioneros de nuestra incertidumbre.

Es hora ya, amigos, hermanos de la Tríada, que toméis consciencia de dónde estáis. Y los que realmente habéis oído interiormente esa llamada del Cristo Cósmico poneros en marcha. Comprended también que muchos de vuestros hermanos estarán vacilantes, inquietos, desconfiados. Comprendedles también, porque este es su sino.

Pero los que realmente habéis sido llamados, y en vuestro corazón lo habéis comprendido: ¡adelante!

Me preguntaréis: ¿adelante sí, pero hacia dónde? Ahí está el dilema, amigos, hermanos de la Tríada: ¿hacia dónde dirigir nuestros pasos? Esta es la gran incógnita, pero muy sencilla de resolver.

Adelante con alegría, adelante con entusiasmo, adelante con la debida autoobservación, adelante, pero respetando a los demás, no superándoles, no humillándoles, sino aupándoles.

Adelante sin mirar hacia atrás, adelante sin abocarse al precipicio, adelante mirando siempre con esa mirada profunda que da el sentirse llamado. Adelante con la vocación.

Sí, amigos, hermanos, el Cristo Cósmico cuando llama sabe lo que está haciendo. Llama muchísimas veces a la puerta de todos y cada uno de nosotros, muchísimas, infinitas veces nos llama, porque sabe que tarde o temprano más de uno hará caso a su consciencia, y seguirá hacia delante.

Adelante con las ilusiones del primer momento, adelante con la intuición, con la magia del amor y la hermandad, adelante sabiendo que todo lo que entendemos como pretendidos muros infranqueables, caen bajo el peso de la intuición, de la magia del amor en la hermandad.

Adelante sin esperar nada a cambio, adelante hacia ese fondo común de hermandad, adelante sabiendo que vamos a encontrar nuestro pueblo Tseyor, adelante con entusiasmo sabiendo que habitamos nuestro pueblo Tseyor en la adimensionalidad y que, tarde o temprano, hará acto de presencia físicamente para acogernos a todos en este mundo de ilusión.

Adelante, pues, sin esperar otra cosa que llevar el conocimiento que hayamos aprehendido a través de la hermandad. Adelante sabiendo que tenemos información suficiente como para llevar la alegría, la tranquilidad, la paz, el equilibrio y la oportunidad de regeneración y transmutación.

Adelante para todos los valientes que, habiendo oído en su interior más profundo la llamada del Cristo, hacen el esfuerzo de adelantarse para promover nuevas inquietudes.

Adelante, amigos, hermanos. Si habéis oído la llamada en lo más profundo de vuestro corazón, si habéis entendido cuál es vuestra vocación, aquí y ahora, en estos momentos, en estos tiempos presentes, en estos tiempos que corren, no dudéis, seguid adelante, aunque no sepáis exactamente dónde ir, pero alguien ya se cuidará de orientaros, de sugeriros, y si es menester ayudaros en todo lo posible, en el aspecto material.

Porque esto último es lo más sencillo de solventar, es lo que más solución tiene y de forma más inmediata. Lo más difícil, pero no imposible es que despertéis, al fin, a vuestra vocación, al sentido de la entrega humanitaria, llevando por doquier la palabra, el mensaje de amor y de hermandad.

Adelante, adelante, adelante.

Amigos, hermanos
, me despido de vosotros, Amor. Melcor.


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