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Mostrando entradas de abril, 2020

ESTAMOS EN LOS TIEMPOS, QUE SACUDEN LOS CIMIENTOS DEL MÁS SABIO Y DEL MÁS IGNORANTE...

Estos tiempos, que sacuden los cimientos del más sabio y del más ignorante. Que pregonan esfuerzo igual a recompensa, de lucha desenfrenada por conseguir los mejores puestos. Que el individuo nada vale si nada aporta. Que pretenden hacer del Hombre un patrón homogéneo, ignorando que es un ser individual que no individualista. Todos estos tiempos, que vivimos pensando en mejorar nuestras capacidades, nuestras ilusiones por un mundo mejor, por un mundo más equilibrado y justo. Todos estos tiempos en verdad tienen que desaparecer porque únicamente estamos hablando de deseos. Y el deseo puede revestirse de muchas razones, pero únicamente es deseo, y por eso mismo nunca hallaremos el verdadero camino del laberíntico sistema impuesto por el interés. Aunque este interés se revista de interés general. La vida física es una amalgama de circunstancias, de sucesos, de historias, y únicamente debe nutrirse de paciente espera con la que adornar nuestra existencia en un paso sin retorno hacia un ori

*** YO EXISTO ***

Ostracita Amigos, hermanos, Ostracita de Ganímedes con vosotros. Donde yo existo, nada más existe. Esta afirmación puede parecer una incongruencia, pero si continuamos con nuestra exposición y en la medida en que vayamos desarrollando el tema, puede que todo quede relativamente clarificado. Si decimos, para nuestros adentros: “-Yo existo, pero todo lo demás no”, es perfectamente posible que no nos equivoquemos. Porque todo lo demás tal vez es únicamente ilusión. ¿Con qué ojos observo la vida a mi alrededor? Por supuesto con los de mi mente que, auxiliada por los órganos de la vista, el oído, el olfato, el gusto, y el tacto, me acercan ¡y de qué modo! a la naturaleza de todas las cosas. En el supuesto de que los seres humanos careciéramos de tan eficaces cinco sentidos, no podríamos reconocer nada de este mundo y, por consiguiente, nada nos sería familiar, excepto nuestro propio pensamiento. Cierto que, desprovistos de tan preciosos órganos sensitivos, nuestra existencia se reclui