PREGUNTARSE EL POR QUÉ ESTOY AQUI, DE DONDE VENGO, Y A DÓNDE VOY

Cuando uno es joven, en vuestro planeta me refiero, piensa en cosas intrascendentes la mayoría de las veces. Es la inmensa alegría de la vida, el disfrute de los sentidos, y es lógico.
Cuando uno va madurando se pregunta el porqué no puede vivir con mayor holgura, más comodidad y, por qué no, más poder de todo tipo.
Luego vienen los hijos. Estos van creciendo y en el individuo su máximo objetivo o prioridad es el mantenimiento y el bienestar de su familia. Y esto es muy lógico y natural, y así debe ser.
Cuando ya sus hijos se han hecho mayores, empieza a pensar un poco más profundamente sobre el porqué de su existencia. Tiene, en la mayoría de casos, una oportunidad de reflexionar sobre el contenido de su existencia.
Pero luego llegan invariablemente los nietos, y estos descubren un nuevo mundo familiar al que entregarse de todo corazón, y esto es lógico también, y muy encomiable, y muy necesario: empezar a transmitir a los nietos esa impronta, esa personalidad, esa experiencia de los años transcurridos.
Y luego cuando esos nietos han hecho su proceso, porque a su vez sus padres lo han hecho también, el ser humano, el hombre ya en su vejez, espera pacientemente una respuesta que cree sin duda alguna ha de llegarle de algún sitio. Aunque afortunadamente o desgraciadamente no llega a veces puntualmente.
Su cuerpo ha envejecido. Tal vez su parte externa aparezca perfectamente, con una buena presencia y un buen estado de salud, pero en su interior, si no ha trabajado convenientemente no estará de la misma forma.
Porque su interior y su exterior, y su universalidad, destaca muy especialmente en el origen y la conformación de sus cromosomas y sistema adeneístico, y este, sin duda alguna, se mantendrá exactamente igual que desde el principio si no ha procurado la transmutación. Transmutación en la que no vamos a extendernos hoy, precisamente porque la hablamos en días anteriores, especialmente el día pasado.
Y así ese viejecito o viejecita que ha cumplido su misión, aquí en este espacio tridimensional, que ha dado sus frutos sobradamente, se encuentra en un callejón sin salida. Y digo sin salida porque afortunadamente o desgraciadamente también no ha sabido maniobrar correctamente la nave de su existencia y se encuentra, como digo, en un estado de decrepitud. Que tal vez no lo estará físicamente, externamente, pero sí adeneísticamente hablando.
Entonces, aquí ya puede ser motivo de reflexión el preguntarnos sinceramente, cada uno en nuestro interior, cuál era el momento durante la existencia en el que debíamos trabajar, a nivel espiritual, para llegar a transmutar, para llegar a evolucionar realmente de pensamiento.
Para, contrariamente a lo actual, no hallarnos en ese estado tan simple, porque el estado simple no significa otra cosa que un estado regular y por lo tanto normal, y preguntarnos el porqué nuestro pensamiento sigue exactamente igual después de toda una larga vida, para los que han alcanzado la longevidad, y acaso preguntarse el por qué estoy aquí, de dónde vengo y a dónde voy.
Ahí quedan esas preguntas a formularse cada uno de nosotros, en nuestro interior más profundo. Y digo dónde, nos preguntaremos, he fallado, cuál ha sido el motivo del porqué me he distraído en ese objetivo prioritario por el cual he aterrizado en este mundo tridimensional, en el aquí y ahora para transmutar, y no lo he hecho.
Amigos, jóvenes, no tan jóvenes y adultos, pensad que llegará un momento en que vuestras mentes deberán enfrentarse directamente con la realidad. Y cada uno deberá reflexionar sobre su posicionamiento real y psicológico, y no esperéis halagos, ni prebendas, ni felicitaciones, nadie os las dará. Nadie excepto vosotros mismos en la intimidad.
Pero ¡ay!, ¡ay! de aquellos que en su interior más profundo reconozcan que en realidad han perdido el tiempo divagando, filosofando, entregándose a los placeres de la vida como cosa muy natural y gratificante, y en esto nada que objetar, pero ¡ay! de aquellos que en su intimidad tengan que reflexionar sobre sus acontecimientos pasados, y deban reconocer que han perdido el tiempo miserablemente. Entonces cada uno se aplicará la lección y tal vez así, de esa forma, puedan emprender de nuevo un nuevo vuelo tridimensional.
Aunque mejor es recapacitar ahora. Ahora cuando tenemos tiempo suficiente y capacidad suficiente para hacerlo. No luego, cuando únicamente debamos reflexionar sobre nuestros pasos pasados.
Ahora, jóvenes, no tan jóvenes, y adultos, podéis hacer un pequeño esfuerzo. Y ese pequeño esfuerzo se verá recompensado por todos vosotros en ayuda al mismo. No perdáis el tiempo, ayudad a la familia, bendecidla, que prospere, que tenga lo mejor, pero no os olvidéis de vosotros mismos en ningún momento. Porque vosotros mismos sois la familia.
Shilcars

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