EL AMOR Y LA UNIDAD DE PENSAMIENTO
-Monografía del grupo Tseyor-
“La Unidad somos todos”.
“El amor es la puerta que nos va a abrir
a un mundo infinito de percepciones”.
-Shilcars-
La unidad de pensamiento se basa en nuestro sentimiento de
unidad con todo y con todos, una percepción iluminadora de acceso a
nuestra realidad más profunda. Pues el universo, en su aparente
variedad y diversidad, procede y se sustenta en la unidad del Absoluto.
El amor, al mismo tiempo, es la comprobación de esta unidad, su
realización plena y completa. El pensamiento de unidad es, por tanto, el
sentimiento de amor universal, cósmico, crístico, que nos permite
comprender y comprendernos, aceptar y aceptarnos.
EL AMOR ES UNIDAD
Amor, que en pocas palabras significa crecimiento personal.
Crecimiento interior a través de la autoobservación, a través de uno
mismo. En consecuencia, consigo mismo, a través de su propio espejo.
Y esto quiere decir, además, que el amor lo circunscribiremos en un
apartado sublime, en la trascendencia de nuestro pensamiento.
El amor no es otra cosa que el fluir desde un espacio
adimensional hacia nuestro espacio, el físico, por lo que la lectura de
dicha palabra significa únicamente unidad. Y, a través de esa unidad, el
amor se va a diversificar hasta el infinito para llegar nuevamente a la
unidad, al absoluto.
Así debemos entender el amor, y así debemos aplicarlo en
nuestro pensamiento. Pero en nuestro pensamiento trascendental. Y
esto quiere decir, además, que esa parte intelectual nos servirá
únicamente de referencia para intuir el amor. Porque el amor no puede
entenderse. El amor es, en un único y absoluto movimiento
tetradimensional.
EL SIGNIFICADO DEL AMOR UNIVERSAL
Cuando hablamos de amor nos estamos refiriendo a todo, no solo
al amor que todos conocemos como muestra de cariño o de respeto,
sino cuando el amor se circunscribe a todo un espacio completo. Esto
indica también que nuestro amor deberá ser correspondido por nosotros
mismos a través de una comprensión infinita. Y ello únicamente es
posible hacerlo a través de un pensamiento puesto en la objetividad de
un mundo adimensional, en el que hallamos las claves que nos van a
permitir un mundo participativo de unidad y confraternidad.
El amor es la puerta que nos va a llevar a la comprensión, porque
comprensión es amor, es entender que formamos parte de un mundo
global, que somos el propio absoluto diversificado infinitamente.
Nuestro planteamiento será siempre global, y nuestro pensamiento
deberá ir dirigido desde nuestro interior hacia el exterior, y las
circunstancias se podrán modificar precisamente por eso, porque
estaremos navegando en un mundo absoluto.
El amor es la puerta que nos va a abrir a un mundo infinito de
percepciones.
El amor cuando lo circunscribimos a un plano tridimensional, es
un amor conflictivo. Y ahí caben muchas réplicas del mismo amor, pero
siempre serán réplicas subjetivas, y más o menos endulzadas por un
pensamiento amoroso, pero completamente subjetivo.
Estamos hablando pues de inspiración, de percepción, de intuición,
y un pensamiento de este tipo solo se produce a través del amor. Lo
comprenderemos fácilmente cuando consigamos hacer ese traspaso
adimensional, entonces se comprende todo.
Únicamente es posible este traspaso a través del amor. El amor
es más que un sentimiento, es equilibrio completo entre nuestro cuerpo
y nuestro espíritu, de nuestro pensamiento, y en ese equilibrio
avanzamos hacia un mundo de perfección.
Con el amor entramos directamente por la puerta principal de
nuestra más íntima concepción adeneística, porque en el fondo el mundo
de las percepciones se crea entre los pliegues mismos del desarrollo
nucleico, es una extrapolación mental en la que nuestro cuerpo se ve
envuelto de energía amorosa, de felicidad, de tranquilidad, de equilibrio,
de humildad, de paciencia… De saberse único en este mundo
tridimensional, pero compuesto de todos nosotros, de todo lo que nos
rodea, y en ese mismo momento nos imbuimos de amor.
Por lo tanto, estamos hablando de un amor absoluto, de un amor
total, en el que la mente humana se doblega ante la voluntad imperiosa
del infinito, y accede abrir esa puerta misteriosa de la percepción.
Y allí encontramos ese punto en el que nos es posible observar,
como si de una gran ventana abierta en el infinito se tratase, y
pudiésemos ver directamente el desenvolvimiento del mundo
tridimensional en el espacio-tiempo, y desde ahí establecer unas
coordenadas de comportamiento, y conocer lo que hemos de conocer,
en función de nuestro grado vibracional. Y, en ese punto, amamos.
El amor es la corresponsabilidad con el absoluto. Y dicha
correspondencia se establece en un mundo de equilibrio y armonía. Es
muy sencillo, se trata de hallar ese estado que nos permite la armonía y
equilibrio, el estado de tranquilidad y paz, y en ese momento es muy
fácil trascender este espacio tridimensional y situarnos en una órbita en
la que es posible configurar de nuevo nuestros planteamientos
vivenciales, modificarlos si es preciso, y enriquecerlos si lo creemos
oportuno, que esto significa utilizar debidamente nuestro libre albedrío.
La monografía completa en el siguiente enlace:
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