EL SER HUMANO TIENE COMO ASIGNATURA PENDIENTE: 
"LA HUMILDAD Y LA PACIENCIA" 

La gran lección de este mundo tridimensional es alcanzar a reconocer en nosotros mismos 
la humildad y la paciencia.
Y aun y todo aquellos a quienes el cosmos haya dotado de don de gentes, y una exquisita cultura en todos los sentidos, que sepan les faltará aprobar dicha asignatura pendiente.
Por tanto, a la humildad y a la paciencia le sumaré equilibrio y, como que con estos tres factores aún no tendré suficiente, emplearé un cuarto y definitivo, que es el del amor.

Hablamos de humildad muy profunda. Como es el servir a los demás sin esperar nada 
a cambio, mostrándose la parte más profunda de servidumbre que uno pueda llegar 
a pensar.
Esto significa que humildad es dar. Dar todo aquello que uno cree que puede dar. Sin herir 
al otro, sin perjudicar el buen funcionamiento ergonómico del otro, sin perturbarle en 
su camino, sin perseguir otro fin que no sea el enriquecimiento espiritual.
Y claro, la humildad requiere entrega desinteresada, como digo, pero además humildad profunda, interior, que hace que nos podamos ver como nada. Humildad significa muchas cosas, pero la más importante es considerarse que uno es nada.
Sentirse uno nada significa fluir. Sentirse uno nada es penetrar en ese mundo 
trascendental. Mundo perfecto por la objetividad del pensamiento e ideas.
Claro, no vamos a penetrar en el mundo perfecto del pensamiento y de las ideas, 
si de equipaje llevamos la más mínima mota de soberbia, en la creencia de que la misma 
es un reconocimiento a nuestra fructífera labor intelectual.

Tener siempre dispuesto el pensamiento para amar, sonreír a la vida, no tener miedo, confiar en uno mismo, no desear nada, sentirse unido a todo el mundo, querer a todos 
por igual, no odiar, levantarse por la mañana sonriendo y acostarse sonriendo también.
Nutrirse de un buen argumento para el deambular tridimensional, especialmente con humildad. Pensando que tal vez hoy sea el último día de nuestra existencia tridimensional. Así tal vez se abra nuestra mente a un nuevo concierto, y en ese momento entre la luz en nuestro pensamiento.
Y dicha luz modificará estructuras mentales, y posibilitará el hecho de que nuestro cromosoma se active y faculte la entrada de nuevos principios ergonómicos. Aunque 
sin duda alguna el cromosoma estará en función siempre de las órdenes que dictamine 
el fractal.
Y todo ello en espera finalmente de que el rayo sincronizador recicle todas las cuestiones pendientes, acelere la comprensión cósmica en nuestras mentes y permita la desinhibición total a través del desapego, y del concepto de relatividad que nos dice que todo es y no es. Y cuando lleguemos a este punto nada más tendremos que hacer, habremos cumplido 
con la máxima del universo, cual es la humildad.

Cuando el ser humano, se vuelve pequeñito, pequeñito, pequeñito…, humilde, muy humilde, muy humilde…, es tanta su pequeñez, que se acerca a la micropartícula. Y es precisamente el mundo de la micropartícula el que le va a permitir recorrer un espacio infinito, y reconocerse en otros niveles de consciencia. Por tanto, ahí nos queda únicamente pensar que la adquisición de conocimiento, según y como este se efectúe, nos va a “perjudicar” mucho más que “beneficiar.”
Precisamente estamos en una época en la que habiendo adquirido tanto, 
tantísimo conocimiento a lo largo de milenios, es hora de poner un paréntesis 
a todo el conocimiento intelectual adquirido, para dar paso a la humildad 
de saberse que “uno solo sabe que no sabe”.
Shilcars.








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