EL TRASPASO ADIMENSIONAL -  MONOGRAFÍAS GRUPO TSEYOR. 

HEMOS DE ENTENDER QUE DENTRO MISMO DE LA DUALIDAD, 
DEL BIEN Y MAL, DE LO POSITIVO Y NEGATIVO, 
HEMOS DE SABER ENCONTRAR 
ESE PASADIZO SECRETO HACIA LA LUZ.

Estamos en que hemos de ir comprendiendo, paulatinamente, todo 
el conglomerado de circunstancias que hacen posible que podamos 
entender la cuestión de cómo vivir la vida, sin otro calificativo que vivirla 
en un sentido profundo y trascendental.  
Claro que habremos de pensar primeramente en qué estamos 
dedicando el esfuerzo en nuestra vida. Porque si hallamos plena 
concertación con lo que estamos haciendo, si apenas nos damos cuenta de 
cómo vivimos, poco podremos darnos cuenta de cómo vivir una vida plena 
en otro sentido.  
Y claro está, el día a día, la rueda de la rutina diaria, se mezcla con los 
sinsabores, la angustia, el pleno rendimiento, la escasez de dinero, el pago 
de nuestras deudas, nuestra subsistencia... Todo ello en un revoltijo que 
empaña un proceso de clarificación, evitando por supuesto llegar a 
comprenderlo directamente. 
Mas la vida, la existencia, es inteligente. La Madre Naturaleza es 
inteligente. El Cosmos es inteligente y entiende cuándo es el momento de 
dar a sus hijos, por decirlo de algún modo, el instante preciso para que se 
transformen. 
La vida entiende que el mundo tridimensional es de  una lógica 
aplastante. Que dos y dos son cuatro, y esto es adrede para que 
entendamos este mundo y podamos modificarlo, vivir en él, desarrollarnos 
y morir en él. Pero deja muy poco espacio para la reflexión, para la 
meditación, para la objetividad. Es un mundo lógico, determinista, dual. No 
pidamos a un mundo dual una sensación tetradimensional o trascendental. 
Debe haber o existir algún mecanismo que nos permita, viviendo en 
un mundo tridimensional, objetivar la cuestión y derivarla hacia un mundo 
pleno de luz y color. Y entonces, y solo cuando pedimos en nuestro interior 
dicho cambio, es cuando aparece la posibilidad de realizarlo. 
De natural, tenemos necesidad de saber. Pero antes  es necesario 
saber que no sabemos. Es un dicho antiguo, milenario, pero así es. Porque 
si no sabemos que no sabemos, nunca llegaremos a conocer y a saber lo 
que no sabemos. 

Estamos en que debemos ir aprendiendo en función de nuestras 
propias necesidades. Entiendo que cada uno conocerá sus necesidades y, 
por lo tanto, deseará aprender y asimilar en función de las mismas. 
Pregunto en este caso si cada uno tiene bien claros sus objetivos. 
Porque no se trata únicamente de trasladar a un cerebro físico una 
memorización de temas y conceptos, sino de algo más, como puede ser la 
comprensión profunda de aquellas ideas que pueden hacernos variar de 
conducta y, a la vez, asimilar esos otros espacios  o dimensiones, en los 
que la mente tridimensional aún no ha formado la debida equidistancia.  
Aquí no se trata, en ningún momento, de partir la dualidad y 
quedarse con una parte de la misma, aquella en la que creemos que es la 
mejor, o la más buena, o la única que vale la pena  como elemento 
coordinador de voluntades y de sapiencia cósmica. 

Estamos en que debemos ir aprendiendo en función de nuestras 
propias necesidades. Entiendo que cada uno conocerá sus necesidades y, 
por lo tanto, deseará aprender y asimilar en función de las mismas. 
Pregunto en este caso si cada uno tiene bien claros sus objetivos. 
Porque no se trata únicamente de trasladar a un cerebro físico una 
memorización de temas y conceptos, sino de algo más, como puede ser la 
comprensión profunda de aquellas ideas que pueden hacernos variar de 
conducta y, a la vez, asimilar esos otros espacios  o dimensiones, en los 
que la mente tridimensional aún no ha formado la debida equidistancia.  
Aquí no se trata, en ningún momento, de partir la dualidad y 
quedarse con una parte de la misma, aquella en la que creemos que es la 
mejor, o la más buena, o la única que vale la pena  como elemento 
coordinador de voluntades y de sapiencia cósmica. 

Hemos de entender que dentro mismo de la dualidad,  del bien y 
mal, de lo positivo y negativo, hemos de saber encontrar ese pasadizo 
secreto hacia la luz. Superar cierto oscurantismo perenne de nuestros 
sentidos, especie de barrera psicológica voluntaria debido a la obstinación 
permanente de nuestra actitud. Pero es desde ahí mismo de donde 
partiremos hacia el encuentro de la claridad. Hacia la formación de unos 
determinados esquemas mentales, que nos permitan averiguar 
adecuadamente todo ese proceso.  
Proceso que irá modificando progresivamente nuestra relación 
conductual, asimilándola a un correcto funcionamiento ergonómico y con 
el que conseguir traspasar las propias limitaciones de causa y efecto. 
Penetrando conscientemente y a voluntad en esa otra parcela de la 
realidad permanente.   
Por eso es conveniente, aun y todo no sabiendo exactamente cuál 
es nuestro objetivo concreto, intuir debidamente, eso es, de una forma 
inteligente, coherente y racional, que la masa molecular con que se 
envuelve nuestro organismo físico y psíquico no es  un lastre, sino que 
resulta necesaria y conveniente para hallar un camino tetradimensional.  
Es también importante que reconozcáis en vosotros mismos la 
capacidad absoluta de aprender, y no tanto de una forma intelectual 
como he dicho, sino intuitiva. Estableciendo debidamente la dosis 
correspondiente de imaginación de tipo creativo que, en un primer paso, 
os va a permitir llenar ese vacío que propicia la misma tridimensionalidad 
y que se establece conjuntamente con la ley de causa y efecto. En un 
mundo dual que debe serlo, precisamente, para dejar de serlo cuando 
conscientemente se alcanzan dichos objetivos de claridad y coherencia 
interpretativa.

Si analizamos la cuestión, nos daremos cuenta de que nuestra vida y 
circunstancias y el hecho de que estemos aquí, no es representativo de 
nada. Únicamente un grupo de voluntades de distinta vibración que 
observa el exterior a través de una especie de mente lenticular que se 
recrea simulando imágenes en 3D.  
Aunque si llegásemos a consolidar la completa negación de nosotros 
mismos, si llegásemos a comprender que lo que pensamos que somos o 
creemos ser, es nada, descubriríamos que podemos llegar a serlo todo y al 
mismo tiempo pertenecer al Todo. Y esto es lo importante. 

Ahí se plantea una cuestión evidente y precisamente la clave de 
todas las incógnitas. Un proceso con el cual conducirnos hacia un estado 
de plenitud en un camino infinito hacia el Absoluto. Es indudable que me 
refiero al pensamiento trascendental. 
Dicho pensamiento es lo verdadero, porque bebe de la fuente del 
Absoluto, del Infinito. Del multiverso, de las multidimensiones. 
Pensamiento que en el fondo está en todas partes, en todo lugar, 
instantánea y simultáneamente. Pensamiento que en realidad nos 
transforma, nos libera y nos lleva hacia la autorrealización. Pensamiento 
que no es energía, porque si así lo fuera estaríamos hablando de materia, 
estaríamos hablando de un valor atómico determinado, y ese tipo de 
pensamiento está más allá del considerando atómico de la materia.  
El espacio tridimensional o físico no deja de ser más que un lastre, 
un peso atómico determinado que obliga a una transformación constante, 
dentro de un medio denso y poco sublime. En el fondo la gran 
transformación radica en otros espacios adimensionales, porque es allí 
donde el pensamiento se sublima y perfecciona. 
Existen dos tipos de pensamiento: el objetivo y el  subjetivo. El 
primero, viene dado por la razón absoluta, por la coherencia, por la 
inspiración, por la intuición, por la creatividad. El segundo, nos viene dado 
por el ego en su experiencia tridimensional, por la recurrencia, por  la 
repetición. Y en esa ágora constante en la que fluctúan ambos 
pensamientos, se establece un punto de unión  y en  el que prevalece 
siempre la razón objetiva y absoluta. 
Debido a la colaboración de ese pensamiento subjetivo, repetitivo y 
constante, llegamos a clarificar nuestro horizonte  mental. Que esto 
significa la transmutación del ego, el despertar de la consciencia. 



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